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Ficciones sobre Malvinas


Sanar las heridas

La guerra de Malvinas puede ser contada desde sus protagonistas. Este relato le da voz a una de las muchas mujeres que participaron del conflicto bélico.

Por: Sara Plencovich

Hola, soy Cristina Guerrero, tengo 20 años, soy de Mercedes y recibí la órden de ir a Malvinas para atender a los heridos. Estudiaba medicina, yo estaba haciendo una pasantía en el Hospital Posadas cuando me llamaron. Éramos 21 chicas haciendo la pasantía, quedamos tres. Primero fueron rechazando, María y Claudia, unas hermanas que tenían al viejo enfermo y lo tenían que cuidar ellas en la casa. Después el resto. Yo estaba por decir que no, pero ahí me dí cuenta de que no era una pregunta, sino una orden.

 

Al irme, dejé a mis mejores amigas de la infancia, y a Nico, mi novio. Él también iba a la guerra, pero con otro pelotón.

 

Me había propuesto casamiento hacía unos meses y quedamos en casarnos cuando terminara la guerra. Me dio el anillo enganchado en una cadenita y me la puso en el cuello. Era hermosa.

 

Pero mi novio y amigas no fueron las únicas personas que dejé al irme a las islas. Dejé a mi familia, mamá, papá y mi hermano, que se indignó al ver que me llamaron, a una mujer, a Malvinas y a él nada. Lo mandé a ya saben todos a donde y me fui.

 

Antes de arrancar el micro, entendí que no lo tendría que haber hecho, porque la realidad, me gustara o no, era que podía no volver a verlo nunca más. Ese microsegundo de inquietud y la culpa fue desesperante, sentí un vuelco en el corazón, hasta que percibí que alguien golpeaba la ventana. Al ver a mi hermano apoyando una mano en el vidrio y sonriendo, rompí en llanto y lo abracé cómo pude a través de la ventanilla. Le dije que lo quería y que le prometía que iba a volver.

 

Esa fue la primera vez que lo vi llorar a mi hermano.

 

Imagen mujeres en Malvinas

 

29 de marzo 

Ya llegamos a Malvinas, hace mucho frío y el paisaje es imponente. Hay un tipo, uno del cuartel general, Leonardo, que se la pasa haciéndose el vivo conmigo y con mis compañeras. Ellas no le dicen nada, yo tampoco, no voy a ponerme mal con los comentarios de un libidinoso. En resumidas cuentas, es un forro, no hay que prestarle demasiada atención.

 

10 de abril 

Ya llegué a mí máximo con Leonardo. Hoy se propasó con Camila. Llegué tarde, demasiado tarde. Fui al cuarto de servicio y ahí los encontré. Él estaba abrochándose el pantalón, mientras ella lloraba en un costado. El muy hijo de puta se fue sin decir nada. No reaccioné para hacerle algo, pero atiné a abrazar a Camila para consolarla. 

 

21 de abril 

Sigue estando todo muy tenso con Leonardo, pero desde que pasó eso no volvió a hacer más chistes ni comentarios, es más, ni siquiera me volvió a hablar. Hago todo lo posible para que Camila no se lo cruce, está con mucho miedo. No le dije nada al resto a mis compañeras, Camila me dijo que no hiciera nada. No estuve muy de acuerdo, pero acepté. 

 

Hace un montón que no escribo en ésta especie de bitácora, pero necesito registrar esto. 

 

Ví cosas muy dolorosas. Hoy me tocó atender a un chico de 21 años al que le había explotado una bomba al lado. Quedó sordo, perdió su oreja. La semana pasada atendí a un chico de 17 años al que le dispararon en la pierna. Se la tuvimos que amputar. Yo trataba de hablarle y distraerlo. Me contó que se llamaba Agustín, era de Mataderos, vivía con su abuela e iba a la secundaria. Se reía porque hace tan solo unos meses su máxima preocupación era que había desaprobado una prueba de matemática y ahora luchaba por su vida. Dos días después murió por gangrena. 

 

Hace unos días nos quedamos sin anestesia y tuvimos que ponerle ocho puntos a un chico que se había cortado la pierna. Le dimos una mordaza para que mordiera y tratara de aguantar el dolor. Del shock se desmayó y a una compañera le bajó la presión, nunca había visto tanto sufrimiento humano en primera persona. Esto no es como la carrera de medicina, esto es la vida real. Estos son humanos pasando por condiciones infrahumanas. Esto es lo más inhumano y extremo de la vida. Somos simples jóvenes llegando a su punto límite.

 

19 de mayo 

Durante una operación militar de la que Leonardo participó, fue gravemente herido en pierna. Tuvimos que amputarlo o perdería la vida. No tenía ganas de atender a ese sorete, pero lamentablemente la medicina es para todos, incluidos los hijos de puta.

 

14 de junio

Nos acaban de decir que nos rendimos y debemos volver. Es realmente un shock porque hasta ahora teníamos entendido que íbamos a ganar. Pero me pone feliz ver qué al final este suplicio termina y volveré a casa para seguir con mi vida, o lo que quedó de ella.

 

16 de junio 

Hoy llegué a Buenos Aires. Al bajar del micro busqué con la mirada a mi familia. Primero vi a mi hermano, que me abrazó muy fuerte sin decir nada. Había personas por todos lados, buscando a su amigo, novio, hermano o hijo/hija que se había perdido en las islas, algunos por unos meses, otros para siempre.

 

Sentí una amargura en el pecho mientras veía como un padre rompía en llanto al enterarse que su hijo había muerto. Entre esa multitud vi a una nena, corriendo por todos lados preguntando: "¿dónde está mi papá?". La que supuse que era su madre le respondía "papá va a volver". La nena contestó: "¿cuándo le voy a poder dar el dibujo que le hice?". Entonces su madre comenzó a llorar mientras la abrazaba. Y fue justo ahí, cuando sentí que era la persona más afortunada del mundo, solo por estar viva, por estar entera. Algo tan básico y tan simple que en esas circunstancias era llamado suerte.

 

Ya estoy en casa. El grupo de Nicolás llega hoy. Mientras escribo esto son las 2 de la mañana del 17 de junio de 1982. No puedo dormir. Pensar que mañana puedo estar en el lugar de aquellas personas que se enteran que su hija/o, novio/a no va a volver, es estremecedor.

 

De alguna manera logré conciliar el sueño.

 

No veía a Nicolás bajar y me empecé a asustar. Hasta que por fin lo vi. Bajó con un brazo vendado y en camilla. Un día antes de que terminara la guerra había recibido un disparo en la pierna. Lograron estabilizarlo a tiempo, pero perdió mucha sangre y la rehabilitación va a ser complicada, pero va a estar bien.

 

Tres semanas después me enteré que Camila se había suicidado. La guerra y el trauma la llevaron a colgarse del techo de su habitación, la encontró su hermana de dos años.

 

A los dos meses de llegar a mi casa, me contactó una señora. Era la abuela de Agustín, el chico que había muerto. Al día siguiente fuimos a un bar y hablé durante dos horas con esa señora, quien me contaba lo difícil que era todo. Ella había quedado completamente sola. Me hablaba de su nieto y me leyó una de las pocas cartas que le llegaron de él, donde le contaba de una enfermera de pelo largo y oscuro que lo estaba ayudando a pasar toda esa mierda que estaba viviendo. Cuando terminó de leer se le llenaron los ojos de lágrimas y la tomé el brazo: "¿Hay algo que usted le hubiera querido decir a su nieto?".

 

Sí -contestó entre llanto, melancólica- que aprobó el recuperatorio de matemática.